José Ignacio Delgado
La Musa
Reflexión al pie de la estatua de Zorrilla.
Esta poderosa imagen que de la estatua de José Zorrilla nos envÃa Javier Cepedello, propone a mi entender una sutil paradoja. Y es que, contrariamente al papel atribuido a las musas en la Grecia Clásica -alentar el arte y pensamiento humanos-, este conjunto de A. V. Carretero parece sugerir un trascendental intercambio de roles: aquà la musa (no es arriesgado identificarla con Erato, inspiradora de la poesÃa y portadora de la lira), es quien presta oÃdos al poeta, que declama desde las alturas. Habla el hombre y la divinidad escucha, inmortalizados ambos en broncÃneo escorzo.
No faltará quien interprete la audaz idea como plasmación del tremebundo aserto "Dios ha muerto", que en época del propio Zorrilla verbalizara su coetáneo Nietzsche. Hoy sin embargo quiero proponer otra lectura, igualmente discutible pero sin duda más amable, que nos acerca al luminoso Renacimiento del S. XV, cuando el Humanismo pujante decidió ubicar a nuestra especie en el centro del Universo. Aquel sueño antropocentrista retomaba el pensamiento clásico, primer cimiento de la cultura europea donde surgieron los ideales de igualdad, la filosofÃa, el comercio, el teatro... Pero antes que nada fue la rapsodia, el ancestral arte de comunicar de viva voz -venciendo al silencio- la obra de los poetas. La fascinación por escuchar historias que congregaba al pueblo en torno del recién llegado viajero, pues es condición del rapsoda ser también errante. Cuarenta siglos han pasado desde aquel milagro al que sucederÃan tantos otros que han pavimentado este largo camino que hemos dado en llamar civilización.
Hoy vivimos tiempos ensordecidos. Creemos saberlo todo, pero en realidad todo lo ignoramos. El excluyente predominio de la tecnologÃa hace de nosotros esclavos de absurdos gadgets que nos aÃslan; el exceso de información nos confunde; el vocerÃo de la propaganda nos adoctrina; las estentóreas ideologÃas nos alienan. Acaso no sea mal momento para levantar la vista y fijar la mirada en la silente musa, para siempre atenta a la voz del poeta Zorrilla (de todos los poetas) que, como propuso su colega trans-atlántico Whitman, es la voz de los que han sido, de los que somos y de los que serán. Hágase, pues, un momentáneo silencio para que podamos prestar atención de nuevo. Las voces del pasado reverberan a través de las paredes del tiempo y nos advierten sobre lo que aprendieron. Nuestra es la responsabilidad de aprender a entenderlas.
Imagen: estatua del escritor José Zorrilla (Plaza de Zorrilla, Valladolid)
© de la imagen: 2021 J. Cepedello para Cascanueces.