Trabajemos...

Contemplar esta imagen de nuestra compañera Beti en Cascanueces Valladolid invita a variadas reflexiones. La primera, sobre la afortunada persona que recibirá un regalo tan cuidadosamente preparado. ¿Qué se celebra? ¿Un cumpleaños, otro tipo de aniversario, acaso la elegante reparación de un pequeño agravio? Y aunque no cabe duda de que la mayor alegría es siempre la inesperada, la que otra persona o la vida misma nos obsequia sin aparente motivo, no es tampoco descartable la posibilidad de que el objeto en cuestión obedezca al capricho que alguien quiere darse a sí mismo, y solo por el placer añadido de asistir a este pequeño ritual, pidiera que fuese "envuelto para regalo". Entonces se ponen en marcha las expertas manos que, aunque hayan repetido la operación mil veces, nunca renunciarán a la ilusión de hacerlo siempre un poco mejor, ya que lo contrario sería caer en el gesto mecánico, convertir el trabajo en monótona repetición y, lo que es peor, defraudar la voluntad de quien las maneja.

Son tiempos difíciles, llenos de incertidumbre, en los que el más pequeño gesto amistoso puede salvarnos el día. Una y otra vez comprobamos que el coraje de las personas que cruzan su camino en la calle y fugazmente buscan la mirada del otro por encima de la mascarilla, es infinitamente superior al de aquellos que dicen saber lo que nos conviene. Somos muchos los que entendemos que el trabajo callado y la tranquila alegría son la receta infalible para pasar los días que nos acercan al final de esta crisis, a la que tarde o temprano ha de seguir otra, y otra más, porque a fin de cuentas esa es precisamente la esencia de la vida. Mejor entenderlo cuanto antes. Por ello, viendo a Beti trabajar, descartamos cualquier reflexión superflua para quedarnos con una frase que André Maurois escribió hace muchos años, pero que tan adecuada es para los tiempos que hoy nos ha tocado vivir, y para otros que vendrán:

"El horizonte es negro, la tempestad amenaza; trabajemos. Este es el único remedio para el mal del siglo."